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El Mundial de clubes de la FIFA en EE UU, un ensayo general para el de selecciones de 2026 en plena escalada de protestas contra Trump

Las políticas comerciales y migratorias del presidente amenazan con ensombrecer tanto la nueva competición de este año como la del próximo, esta última organizada junto a México y Canadá, con quienes Estados Unidos está enfrentado

Mundial de clubes de la FIFA en EEUU
Miguel Jiménez

Estados Unidos sigue siendo la esquiva tierra prometida del planeta fútbol. El mayor mercado de derechos televisivos y venta de entradas se resiste al encanto del deporte que más pasiones levanta en todo el mundo. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que mantiene una estrecha relación con Donald Trump, quiere que el Mundial de Clubes y, sobre todo, el de selecciones de 2026, que organiza Estados Unidos junto a México y Canadá, sirvan de catapulta para elevar la popularidad del juego. Pero las políticas de Trump, con la hostilidad hacia sus vecinos, sus decisiones migratorias y comerciales y los vetos a la entrada de ciudadanos de múltiples países, además de las recientes protestas a cuenta de las políticas del presidente que prendieron en Los Ángeles —toque de queda incluido—, amenazan con ensombrecer ambos eventos.

Infantino acudió el pasado 19 de enero en Washington al mitin de la victoria de Trump, donde el republicano le citó cinco veces, siempre por su nombre propio. “Gracias, Gianni, por la Copa del Mundo”. “Esto es la FIFA en su máxima expresión de respeto”, dijo el presidente de la FIFA en un vídeo en Instagram. “Ser mencionado por el nuevo presidente de los Estados Unidos de América en su mitin de la victoria, en su discurso de victoria, es algo único. Es hermoso”, añadió.

El presidente de la FIFA fue uno de los selectos invitados a la investidura de Trump en el Capitolio al día siguiente. Y también acompañó al presidente de Estados Unidos en Arabia Saudí y Qatar dentro de su gira por Oriente Próximo, aun a costa de llegar tarde a la asamblea de la FIFA en Asunción (Paraguay), para asombro y enfado de los asistentes.

“Cambiar el calendario en el último momento por lo que parece ser simplemente para satisfacer intereses políticos privados, no beneficia en nada al juego y parece anteponer esos intereses a los del mismo”, se quejó la UEFA en un comunicado tras un amago de plante.

“Sentí que tenía que estar allí para representaros a todos vosotros, para representar al fútbol”, se excusó Infantino. “Como presidente de la FIFA, mi responsabilidad es tomar decisiones en interés de la organización”, argumentó.

“Creo que es absolutamente crucial para el éxito de una Copa del Mundo tener una relación estrecha con el presidente”, afirmó el presidente de la FIFA en febrero. Trump le considera un “gran amigo”. Han jugado juntos al golf, se ven con relativa frecuencia y se echan flores mutuamente. “El presidente Trump es sin duda un deportista. He tenido la suerte en mi vida de conocer a algunos de los futbolistas con más talento. Y el presidente Trump está hecho del mismo molde. Es competitivo. Quiere competir, quiere ganar. Quiere demostrar quién es el mejor”, dijo Infantino de él en 2020 al presentarle en una cena con directivos en Davos.

Trump es, en principio, el llamado a entregar tanto la copa del Mundial de Clubes como la del de selecciones. El trofeo dorado destinado al equipo campeón del mundo ha estado durante semanas en la Casa Blanca.

El fútbol (llamado soccer por los estadounidenses), sin embargo, sigue siendo un deporte de segunda en Estados Unidos, donde el fútbol americano (este sí llamado football) es el indiscutible deporte rey. Según una encuesta de Gallup publicada en 2024, el fútbol americano es, con un 41%, el deporte favorito de la mayoría de los estadounidenses, seguido por el béisbol (10%) y el baloncesto (9%), aunque al menos el fútbol (5%) ha superado al hockey sobre hielo (4%). Los deportes no son excluyentes entre sí, pero cuando se pregunta a los ciudadanos si son aficionados, la posición relativa del fútbol no mejora.

Ni siquiera el fenómeno Messi ha calado en capas amplias de la población, pese a que la llegada del astro argentino al Inter de Miami provocó que se disparasen las ventas de camisetas del equipo y las audiencias de la MLS, la liga estadounidense, en general. El fútbol, eso sí, crece en audiencias y tiene una posición algo mejor en el segmento más joven de la población y en la creciente comunidad latina. Por eso, el doble campeonato mundial se presenta como una oportunidad única.

El Mundial de Clubes empieza este sábado con el Inter de Miami de Messi en el partido inaugural. Participan 32 equipos, pero las peculiares reglas de clasificación han permitido que haya cuatro equipos brasileños y tres estadounidenses, mientras que solo hay dos españoles, ingleses, alemanes o italianos. Algo falla cuando participan el Al Ahly, el Al Hilal y el Al Ain, pero no el Liverpool, el Barça ni el Nápoles, campeones estos tres últimos de sus ligas esta temporada.

Será, de alguna forma, el ensayo general del Mundial de selecciones de 2026, el más grande de la historia, con 48 países participantes, frente a los 32 de 2022. Estados Unidos contará con 11 ciudades como sedes, en las que se disputarán 78 de los 104 partidos de la Copa del Mundo. Canadá acogerá 13 partidos en Toronto y Vancouver, y México otros 13, repartidos entre Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

“Estados Unidos está a punto de convertirse en la potencia futbolística mundial. Aún no lo saben, pero está llegando más rápido de lo que creen”, aseguró Infantino en Davos en enero de 2020. “Quería que se organizara junto con Canadá y México, como preludio del gran acuerdo comercial que ustedes acaban de firmar la semana pasada, así que el fútbol también se adelanta al comercio”, dijo entonces. Ese tratado es el que Trump se ha saltado a la torera en el comienzo de su segundo mandato.

En general, la relación con los vecinos está muy lejos del ideal unificador con que se presentó la candidatura. Trump ha coqueteado con la idea de anexionarse Canadá, provocando una reacción nacionalista en el país. Los aranceles y la política migratoria han deteriorado la relación con los vecinos y nadie sabe cómo evolucionarán hasta el comienzo de un evento que requiere coordinación logística y agilidad en las fronteras. Las llegadas de turistas canadienses se han hundido y las visitas a Estados Unidos en general están cayendo ante la hostil política migratoria y fronteriza de Trump.

El mes pasado, el Grupo de Trabajo para la Copa Mundial 2026 de la istración Trump insistió en que todos los aficionados serían bienvenidos y afirmó que los seguidores podrían disfrutar de una “experiencia perfecta”, en palabras de Trump. “Recibiremos visitantes, probablemente de cerca de 100 países”, afirmó el vicepresidente, J. D. Vance. “Queremos que vengan. Queremos que lo celebren. Pero cuando llegue el momento, tendrán que volver a casa”, advirtió.

Trump aprobó la semana pasada un decreto que prohíbe la entrada en Estados Unidos a los ciudadanos de 12 países y pone serias restricciones a los de otros siete. Entre los países vetados está Irán, clasificado para 2026. El decreto incluye una excepción para los futbolistas que participen en el Mundial, entrenadores, sus familiares y el personal de apoyo necesario, pero no para los aficionados. Además, en otros países que no están vetados, la espera y exigencia para la concesión de los visados es tal que disuade de la asistencia.

El Mundial de Clubes ha despertado por ahora poca expectación en Estados Unidos. El alto precio de las entradas —los tickets para el partido inaugural empezaron vendiéndose a 300 y 500 euros al cambio; ahora se están vendiendo a poco más de 50 euros—, el deterioro de la situación económica —también por la errática política de Trump—, la novedad del torneo, la escasez de equipos destacados —y la presencia de muchos marginales— y la baja popularidad del fútbol en general en el país juegan en contra. La fijación de horarios europeos de máxima audiencia para buena parte de los partidos es un reconocimiento implícito de que la conquista de Estados Unidos tendrá que esperar.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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