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Los escritores ante los conflictos urbanos: la ‘prenostalgia’ ante el fin de una era

La Feria del Libro de Madrid dedica dos ciclos a reflexionar sobre la ciudad, que se enfrenta a diferentes crisis. Algunos de los autores participantes explican su visión y su relación con la urbe

Tráfico de entrada a Barcelona por la Avenida de Meridiana, desde el Puente de Sarajevo, a 12 de diciembre de 2024.
Sergio C. Fanjul

La literatura sucede en buena parte en la ciudad, y la ciudad sucede en buena parte en la literatura. Este año la Feria del Libro de Madrid se dedica a la ciudad por antonomasia, la verdadera gran ciudad, la ciudad más ciudad de todas las ciudades: Nueva York. Pero además, centra dos ciclos en una visión más amplia de la urbe: La ciudad y los afectos y Ciudad mosaico, en los que diferentes escritores y pensadores debaten sobre diferentes aspectos de lo urbano contemporáneo. Un campo de batalla donde se dan el conflicto de la vivienda, la expulsión, la vigilancia, la segregación, los problemas de salud mental, el sinhogarismo, la gentrificación o la turistificación, entre otros sobre los que los escritores y los libros tienen algo que decir.

Marta Sanz, autora de ‘Los íntimos (Memoria del pan y las rosas)’ (Anagrama)

“Tanto las ciudades como los textos literarios, por efecto de la globalización económica, se están convirtiendo en lugares gentrificados, sin memoria, homogéneos, en los que, tanto las lectoras como las viajeras, quedamos reducidas a meras turistas que transitamos las calles buscando elementos reconocibles que se repiten en un lugar y en otro. En los textos buscamos momentos familiares, asociados con una visión de la literatura monolítica y relacionada con el espectáculo. Las ciudades y los textos están dejando de ser lugares de memoria o de curiosidad, que estimulan el conocimiento, los afectos o los vínculos, para convertirse en espacios más fríos, más ajenos y más instagrameables.”

Clara Morales, autora de ‘Ya casi no me acuerdo’ (Tránsito)

“La ciudad tiene una importante presencia en la historia de la literatura porque, probablemente, quienes escriben han vivido en ciudades, y esto cada vez será más común, porque la población se va concentrando en las urbes. No quiere decir que siempre se hayan reflejado ciertas problemáticas, porque quien escribe está condicionado por su clase social: si no te afecta el mercado del alquiler, si no te afecta la segregación urbana, si no te afectan los desahucios, quizás no sean problemas que se reflejen en tu obra. Me parece que con la ciudad puede suceder como con el trabajo: los personajes trabajan, pero eso no quiere decir que el trabajo tenga peso en las tramas.”

“Como lectora me interesa la literatura que remapea la ciudad. Solemos hacer los mismos itinerarios por la urbe: la ciudad que vivimos es mucho más pequeña que la ciudad completa. Pero hay libros que nos enseñan cosas distintas de la ciudad que ya conocemos y que, aunque sea un espacio compartido, alberga grandes separaciones. La literatura puede hacernos más conscientes a unos de las existencias de los otros”.

Una agencia inmobiliaria en Valencia, el 10 de octubre de 2024.

Jorge Dioni, autor de ‘El malestar en las ciudades’ (Arpa)

“Vivo una de esas periferias homogéneas que rodean las urbes, donde tengo todo a cinco minutos andando, pero creo que hace falta ir a la ciudad para ver y oír cosas que después pienso aquí. Como no conduzco, utilizo mucho el transporte público en general; concretamente, el tren es de los sitios donde leo y se me ocurren cosas. Otra infraestructura que me parece importante es la biblioteca pública: creo que si no la tuviera al lado nunca escribiría nada. Tenemos que proteger la diversidad y jaleo de la ciudad porque la cultura sale de ahí”.

Sabina Urraca, autora de ‘El celo’ (Alfaguara)

“Últimamente pienso mucho en los amigos que se van o que la subida de los alquileres amenaza con expulsar. Me aterra porque veo esa amenaza continuamente pronunciada por los demás: ‘En Madrid ya no se puede vivir’, ‘nos tenemos que ir’, ‘hay que pensar un plan B para salir de aquí’. Siento una especie de prenostalgia, porque me parece que se acerca el fin de una era y se van a ir un montón de personas, precisamente de entre el montón de personas que hacen que yo quiera vivir en Madrid. Un personaje de mi próximo libro tiene que dejar una gran urbe para vivir en un camping a las afueras, por problemas de dinero. Al final sus amistades suceden por medio del WhatsApp, cosa que me gusta, pero que no deja de ser un poco extraña y distópica”.

“Probablemente sea una opinión impopular, pero no suelo relacionar el bienestar con el campo y el malestar con la gran ciudad como suele hacerse. En los entornos naturales y tranquilos, aunque los disfrute mucho, me encuentro frente a frente conmigo misma. Eso se suele formular desde lo positivo, pero para mí, que soy escritora, con un trabajo tan ensimismado, no es una experiencia que siempre me apetezca. La dispersión y variedad de estímulos de la ciudad me ayuda a salir de mí misma, la hija única, la que escribe desde pequeña… es que me aburro de mí. La ciudad, Madrid, de alguna forma me relaja”.

Una mujer durante una manifestación por la vivienda, desde Atocha, a 5 de abril de 2025, en Madrid (España).

Eloy Fernández Porta, autor de ‘Los brotes negros: en los picos de ansiedad’ (Anagrama)

“Me interesa el trastorno de ansiedad entendido como una dolencia que puede servir como radar para detectar tensiones y conflictos sociales. Me interesa lo que denomino ‘autorretrato clínico’, un género relacionado, por el consumo de drogas médicas, con la literatura lisérgica. También cómo el sufrimiento psíquico modifica los vínculos amistosos y amorosos, en particular los que ocurren en aplicaciones para ligar. O la hiperproductividad como una pulsión inducida por el sistema laboral, pero también por los espacios supuestamente alternativos. Todo esto puede tener relación con la ciudad contemporánea. Por ejemplo, en Los brotes negros: en los picos de ansiedad, hago una descripción de la Barcelona enferma de la pandemia, con su casco histórico lleno de hoteles cerrados pero con las tiendas de souvenirs abiertas (porque son negocios de blanqueo de dinero). Como ocurre con esas tiendas, muchas otras realidades se ponen de manifiesto en esos días: los mendigos son los ‘últimos mohicanos’ que quedan en la calle, y se crean acuerdos y solidaridades impensadas entre ellos y con otras personas. A mí me rescató de un episodio de ansiedad una mujer sin techo que no sé qué idioma hablaba..."

Brenda Navarro, autora de ‘Ceniza en la boca’ (Sexto Piso)

“Es importante estar siempre echando un ojo a la manera en la que se conforman las urbes, así no solo entendemos el sistema económico, sino también la forma en la que las redes sociales, que tienen que ver con los afectos y las relaciones de poder, se van tejiendo. Siempre me ha interesado trabajar en mis libros la forma en la que las ciudades conforman las desgracias humanas, en tanto que Barcelona, Madrid o Ciudad de México son centros económicos que más que permitir el de una vida digna, permiten el a la economía. No así al ejercicio de todos los derechos, especialmente los culturales, sociales o medioambientales, que son mucho más violentados en las ciudades. Una parte de las metas que podemos tener como ciudadanía es exigir a los gobiernos que se tenga en cuenta lo que implica la cultura, las relaciones sociales o el medioambiente, porque es justamente dentro de estos derechos es donde se pueden ejercer la ternura o el cuidado de una manera mucho más específica”.

Personas sin hogar durmiendo en el aeropuerto de Adolfo Suárez-Barajas (Madrid), el  pasado 12 de mayo.

Lola López Mondéjar, ‘Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad’ (Anagrama)

“El problema que plantea la ciudad es que está planificada sin poner en el centro a sus habitantes, sino el comercio y los coches. La ciudad es un dispositivo de crear individualidades, lo que afecta a nuestra vida más íntima. Para protegernos de la frecuencia de los intercambios con personas distintas a que nos obliga la vida urbana, nos vemos empujados necesariamente a una racionalización de las relaciones humanas, lo que he llamado ‘un uso funcional del otro’, y esa profesionalización de las relaciones se va imponiendo en nuestros modos de vincularnos en otros contextos más íntimos, deshumanizándonos. Así, la proximidad física que se impone en los núcleos urbanos de gran densidad no trae de la mano un acercamiento emocional, ni una mayor cohesión social, sino, en muchos casos, soledad no deseada y ausencia de reconocimiento”.

Eudald Espluga, autor de ‘No seas tú mismo. Apuntes sobre una generación fatigada’ (Paidós)

“Enfoco la relación entre la ansiedad y los espacios urbanos desde la perspectiva de Rosi Braidotti, que habla de una crisis democrática, climática, del conocimiento, económica… Esto lleva a un agotamiento del proyecto humanista. Creo que los espacios urbanos son donde mejor se da la encrucijada de todas estas crisis, el espacio donde se pone en juego un modo de subjetividad que es el sujeto neoliberal, el empresario de sí mismo. También es en las ciudades donde se configuran nuevas formas de control, a través de la tecnología y en especial de la economía de plataformas. No es solo que estas plataformas nos roben los datos, que las cámaras y los GPS sean capaces seguirnos y parametrizar nuestra existencia, sino que el sujeto neoliberal también se vigila a sí mismo para ser más eficiente, encajar mejor y progresar dentro de la competición. Me interesa qué narrativas utópicas y qué formas de pensar la estructura de las sociedades pueden cambiar estos modos de agenciamiento político, y las experiencias prácticas en cooperativas de vivienda o huertos urbanos que permitan imaginar un futuro distinto que escape del catastrofismo apocalíptico”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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